Vivimos a toda velocidad. Queremos todo rápido, para YA. Cuando tenemos un capricho nos lo compramos lo antes posible; cuando nos marcamos un objetivo, nos agobiamos si tardamos en conseguirlo; e incluso la comida: rápida o que requiera poco tiempo de cocina.
Así, no sólo nos frustramos porque no conseguimos lo que queremos o cumplimos objetivos que nos llenan poco, sino que no prestamos atención al proceso.
Y el proceso hay que disfrutarlo. Cuando decidimos que queremos conseguir algo, cuando lo planificamos, cuando comenzamos a avanzar, cuando cumplimos pequeñas metas, cuando nos caemos y tenemos que parar… Porque las grandes cosas requieren dedicación, constancia, perseverancia.
No sólo hay que alegrarse al conseguir el objetivo o frustrarse en caso contrario; sino que hay que ir poco a poco, saboreando todo el proceso.
Hago esta reflexión hoy, que en el gimnasio he conseguido hacer las series de las dominadas levantando ya la mitad de mi peso. Será más o será menos, pero para mi es un gran logro. Y aunque aún me falte más tiempo del que llevo para conseguir mi reto, lo disfruto cada día y especialmente cada vez que consigo levantar un poco más de peso.
Disfrutando cada pequeño logro, disfrutando cada paso.