En la vida nos pasan multitud de acontecimientos. Desde los más grandes, sucesos que cambian de forma importante nuestra vida, hasta los más pequeños, simples detalles del día a día.
Solemos clasificarlos como buenos y malos; pero yo creo que, aunque objetivamente unos siempre serán mejores que otros, que sean mejores o peores también depende de cómo los afrontemos, de la parte de estos a la que decidamos darle más importancia. La parte en la que pongamos nuestra mirada con mas intensidad.
Que te regalen un viaje, que te toque la lotería… cualquiera diría que son “cosas buenas”; y todos coincidiríamos en que ser despedido del trabajo o que te detecten un cáncer, es “algo malo”.
Sin embargo, te regalan un viaje y lo mismo empiezas a quejarte: “¿y qué hago con los niños (o con mis mascotas)?”, “a ver cuándo saco yo un hueco en el trabajo para irme”. O te toca la lotería y piensas: “¿y Hacienda cuánto se queda?”. Miramos la parte mala.
Por otra parte, ante un despido también podemos pensar que nos surge una nueva oportunidad de buscar un sitio en el que nos valoren más, o en el que nos realicemos más profesionalmente. Y ante un cáncer… bueno; podría escribir páginas sobre esto, pero personalemente, lo primero que pensé fue: “Me has dicho que se puede operar, ¿verdad? ¡Pues vamos a ello!”.
Al final, todos estos acontecimientos no son otra cosa que la vida, y de nosotros depende qué parte queramos mirar; cómo afrontar ese acontecimiento; qué huella dejará en nuestra historia; cómo vivirlo.
PD: mil gracias a Keca, que es la autora de esta y otras fotos geniales que me ha hecho (conócela AQUÍ).