Hoy, mientras regaba las plantas de mi balcón, he visto que uno de los geranios estaba floreciendo de nuevo. Nunca me había llamado mucho la atención la jardinería, posiblemente porque una vez se me secó un cactus y me creó trauma.
Pero ahora que le estoy dedicando tiempo, hay algo que sí me llama la atención de la jardinería. Cuando rehice el jardín con las plantas de mi abuela, algunas habían aguantado bien sin cuidados, otras estaban completamente secas, y otras estaban prácticamente secas, pero aún vivas.
Esas últimas, las podé como pensé que era adecuado; algunas las replanté y he ido cuidándolas poco a poco sin saber si servía o no de algo. Al final, la perseverancia y la paciencia ha hecho que casi todas salgan adelante y de una planta que estuve a punto de tirar, esta mañana ha comenzado a salir una flor.
Y eso es lo que más me gusta de la jardinería, que es un símil perfecto del proceso de cáncer y de la vida en general. Así, cada vez que miro las plantas, me recuerda que por muy negro que se vea algo, aunque pienses que tu planta esta seca y lista para desechar, no hay que tirar la toalla; con cuidados, paciencia y perseverancia, se puede salir adelante y volver a florecer de nuevo.